Tenía que ser un iPhone. Nuestra casa se había llenado progresivamente de tecnología Apple en los últimos meses; habíamos empezado con un iMac y seguimos con un iPad que nos sorprendió por su usabilidad, tanto a mí como a mi hija de entonces dos años y medio. Así que a la hora de dar el salto a los smartphone –todavía carreteaba un viejo móvil sin conexión a internet- tenía claro que seguiría fiel a Steve Jobs. Por coherencia, diseño, funcionalidad y compatibilidad. Acababa de salir al mercado el iPhone 4S, y aunque los incondicionales de Apple quizá esperaban un revolucionario iPhone 5, a mí me bastaba con el nuevo modelo 4S. Además, tenía un gran atractivo añadido: los 8 megapíxeles de la cámara (un 60% más que la del iPhone 4) y una óptica muy luminosa.
El dispositivo me resultó muy familiar desde el primer momento porque ya era usuaria del iPad. Curiosamente, lo que más desconocía era cómo funcionaba el teléfono. Confieso que la primera vez que sonó fue en medio de una reunión y no sabía cómo silenciarlo, así que tuve que descolgar y colgar a quien estuviera llamando… Fue una compañera de trabajo quien me dio una breve y práctica lección de cosas básicas para el uso del iPhone (¡gracias, Núria!). Es muy útil para cualquier novato/a pedir ayuda y consejo a quien está acostumbrado al iPhone: te ahorras tiempo y aprendes mucho más rápido los truquillos del dispositivo.
Desde entonces, mi iPhone 4S me resulta imprescindible. En primer lugar, se ha convertido en mi cámara de fotos de cabecera, desbancando en el día a día a una fantástica Panasonic con óptica Leica. ¿La razón? Siempre lo llevo encima y me permite tomar instantáneas en cualquier momento. La calidad de las fotos es razonablemente buena: su óptica permite tomar fotos incluso con poca luz, y a la hora de pasarlas a papel la resolución es muy aceptable.
Además, el modelo 4S permite un encendido rápido de la cámara haciendo doble clic sobre el botón de inicio y tiene un montón de posibilidades para mejorar el resultado de las fotos, ya que incluso se pueden editar (recortar y reencuadrar, por ejemplo) desde el mismo iPhone, por no hablar de la facilidad para enviarlas por correo electrónico o publicarlas en Twitter. ¡Ah! Y la grabación de vídeo en alta resolución también es muy resultona.
Finalmente, lo mejor de todo: la conectividad de todos los dispositivos Apple gracias al iCloud. Todavía me alucina llegar a casa y encontrar de forma automática en el iPad las fotos que he hecho en el parque con mis hijas sin necesidad de usar cables ni tener que hacer nada. Sencillamente, genial.
Capítulo aparte merecen las aplicaciones, pero eso los usuarios de los smartphones ya lo sabéis: el Whatsapp para enviar mensajes gratis o Instagram para compartir fotografías son mis dos imprescindibles.
La otra gran novedad del iPhone 4S es el asistente de voz Siri. Lo tengo desactivado, la verdad. Si ya me resulta difícil hablar con un contestador automático, os podéis imaginar que no me siento nada cómoda hablándole en inglés a mi móvil para que luego me diga que no me entiende. Además de momento Siri no solo no habla castellano o catalán sino que tampoco tiene censados los lugares ni los servicios de la zona.
Así que sí, lo recomiendo. Es un gran dispositivo multimedia con conexión a Internet. Y hasta de vez en cuando hasta es útil para llamar por teléfono… Eso sí: hay que recargar la batería a diario. Pero vale la pena.
Laura Almar es periodista.