La moda de los televisores en 3D requiere no solo un televisor sino también unas gafas especiales, llamadas polarizadas, que son las que permiten convertir las imágenes tal como se emiten a la sensación de tridimensionalidad.
Hay varios tipos de gafas y no es una cuestión trivial. La mayoría de marcas han optado por tener cada una la suya, de modo que no se puedan pasar de un televisor a otro si son fabricantes distintos.
Eso conduce a situaciones tan absurdas como tener que pensar en tener provisión de gafas de distintos tamaños si vienen amigos a casa y quieren ver una película, y sobre todo si son niños.
O también a tener que pensar que consumen baterías, hay que recargarlas o que son objetos delicados y no te puedes sentar encima de ellas, limpiarlas con un trapo o cualquier otro tipo de desgracias que suelen acontecer cuando una no vive en un museo.
Los fabricantes, aunque defiendan sus propias tecnologías, coinciden en que esto es una situación absurda que tendrá solución a más o menos corto plazo, pero también en que aún es muy caro producir a gran escala pantallas que puedan verse sin ellas.
De momento, algunos, como LG, han optado por gafas tipo las del cine que son resistentes, permiten ver las imágenes aunque inclines la cabeza (auténtica prueba del nueve en las pantallas tridimensionales) y además son muy baratas.
Están en varios colores y cuestan tres euros. Eso sí, solo funcionan en los televisores LG (a partir de 1.000 euros) y en los cines.